martes, 4 de septiembre de 2012

Reflexión Literaria. "Los cinco soles de México" de Carlos Fuentes:


Porque siempre podemos aprender de los demás, de otras tierras, de otros mundos, otras civilizaciones, siempre podemos aprender de nosostr@s mism@s porque de alguna manera nosotr@s también somos ell@s. (Spherazul)

Reflexión sobre "Los cinco soles de México" del autor Carlos Fuentes:

El Nuevo Mundo, las tierras más allá del gran charco, aquellas impresas en nuestra ancestral y reciente memoria permanecen a la misma vez descubiertas y desconocidas ante nuestros sentidos de la mano de Carlos Fuentes, llenas de historia, de hechos que ocurren condicionados por un pasado que lucha por generar una identidad propia en el presente resultado de la combinación de la suma de pueblos unidos a fuerza de no quedar otra opción que entablar una convivencia para la prosperidad de los seres humanos. 

Las concepciones de vida y muerte se tornan extremadamente cíclicas sabiendo que el momento de la vida lleva impregnada la muerte, sin muerte no hay nueva vida, es el acto de transformación de la Naturaleza latente que nos muestra desde la observación misma, la influencia de los elementos condicionantes no sólo en nuestras vidas sino en la concepción de la vida. El autor nos transporta a una espiritualidad despojada de acontecimientos extraordinarios porque en sí misma la vida es extraordinaria, devolviendo así la creencia hacia el presente, hacia lo que observamos y sentimos en el aquí y ahora, sin más espiritualidad que las que nos proporcionen nuestras propias emociones. 

Independientemente de cómo podamos juzgar los hechos ocurridos en la historia, de cómo puedan ser contados o relatados, siempre serán volátiles y sujetos a las más diversas interpretaciones, se acercarán más o menos a la realidad, pero qué es la realidad sino un conjunto de hechos que ni siquiera somos capaces de abarcar. La comprensión de la historia depende en sí de cómo leamos las señales de lo ocurrido y de cómo sintamos en la mayor armonía posible la realidad que llevamos dentro, en nuestra genética fruto de aquella realidad que ocurrió atrás en el tiempo y cuya intuición no debemos abandonar a la hora de interpretar unos hechos que contados desde dentro o desde fuera, jamás podremos abarcar en su totalidad, quizá así retomemos eso que se llama fe, pero no la fe en los castigos y condenaciones, no en la fe en la vida eterna ni en las vanaglorias, sino la fe en la verdad, en lo que somos, en lo que formamos parte, en algo que va más allá de la realidad para ser la realidad en sí misma.



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